Era viernes, y a Elisa se le hizo un pelin pesado levantarse de la cama. Otro día más... Otro día lejos de todo.
Lejos de su familia. Lejos de sus amigos. Pero, sobre todo, lejos de lo que más amaba y eso era lo que más le estaba costando.
Hacía dos meses que había empezado una relación y ya, de por sí, a su familia le costó aceptarla. Decían que era demasiado mayor para ella y que eso le amargaría la existencia y no le haría disfrutar de su estancia en Irlanda.
Eso a Elisa le daba igual. Había luchado contra todas sus fuerzas para no iniciar nada y no enamorarse, pero siempre se había dicho a sí misma que "donde hay patrón, no manda marinero". Así que no lo pudo evitar, eso es todo.
Alberto era un hombre maravilloso que había luchado por ella incluso cuando sólo eran unos simples compañeros. Odiaba las injusticias y, su dedicación a su trabajo, su alegría y su compromiso, fueron lo que enamoraron a Elisa.
Estaba agotada y no veía la hora que acabase la jornada laboral. Su trabajo con los niños ese día no había sido tan estupendo como aparentaba. Sólo quería volver a su cama y desconectar. No pensaba más que en su sobrina Nuria y en su prometido.

Y ahí otra encrucijada. Deseaba soltarlo, deseaba gritarlo a los cuatro vientos, deseaba decírselo ya a su familia y amigos, pero ella sabía perfectamente que son esas cosas que se deben de decir a la cara, pues siempre había considerado de cobarde soltar cosas por teléfono o cualquier otro método donde no pudieses defenderte.
Ya le pasó que la última relación su ex le había dejado por teléfono y ella no pudo ni siquiera preguntar por qué. Así que maquinaba cómo decirlo.

Miró de nuevo el reloj. Las horas no pasaban. ¡¿Qué pasa con el tiempo?! Quería volver ¡ya! Y quería estar en el avión. Quería saludar a sus padres y, con la misma, ir corriendo a los brazos de Alberto.
Habían tenido sus altibajos mientras ella estaba en Irlanda, pero al final lo supieron sobrellevar. El hecho de estar comprometidos y la idea de convivir ya juntos era lo que les había dado fuerzas. No había marcha atrás, se amaban el uno al otro.
Por fin se encontraba en la puerta del trabajo de Alberto y se puso nerviosa. ¿La seguirá amando? ¡Por supuesto! ¿Cómo reaccionará? Por fin le abrieron y anunciaron a su prometido la llegada de su novia (en el trabajo de Alberto aún no sabían nada del compromiso). Él corrió a los brazos de Elisa y se fundieron en un largo y eterno beso.
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