Buscar este blog

viernes, 26 de abril de 2013

Una canarirlandesa

Era viernes, y a Elisa se le hizo un pelin pesado levantarse de la cama. Otro día más... Otro día lejos de todo.



Lejos de su familia. Lejos de sus amigos. Pero, sobre todo, lejos de lo que más amaba y eso era lo que más le estaba costando.



Hacía dos meses que había empezado una relación y ya, de por sí, a su familia le costó aceptarla. Decían que era demasiado mayor para ella y que eso le amargaría la existencia y no le haría disfrutar de su estancia en Irlanda.



Eso a Elisa le daba igual. Había luchado contra todas sus fuerzas para no iniciar nada y no enamorarse, pero siempre se había dicho a sí misma que "donde hay patrón, no manda marinero". Así que no lo pudo evitar, eso es todo.

Alberto era un hombre maravilloso que había luchado por ella incluso cuando sólo eran unos simples compañeros. Odiaba las injusticias y, su dedicación a su trabajo, su alegría y su compromiso, fueron lo que enamoraron a Elisa.



Estaba agotada y no veía la hora que acabase la jornada laboral. Su trabajo con los niños ese día no había sido tan estupendo como aparentaba. Sólo quería volver a su cama y desconectar. No pensaba más que en su sobrina Nuria y en su prometido.

Prometido... Aún no se lo podía creer. Llevaban tan sólo mes y medio saliendo cuando él le pidió en matrimonio. Eso le llenaba de fuerzas y alegría a Elisa, pero...






Y ahí otra encrucijada. Deseaba soltarlo, deseaba gritarlo a los cuatro vientos, deseaba decírselo ya a su familia y amigos, pero ella sabía perfectamente que son esas cosas que se deben de decir a la cara, pues siempre había considerado de cobarde soltar cosas por teléfono o cualquier otro método donde no pudieses defenderte.

Ya le pasó que la última relación su ex le había dejado por teléfono y ella no pudo ni siquiera preguntar por qué. Así que maquinaba cómo decirlo.

Ya había llegado el día de vuelta. No se podía creer que en 12 horas ya estuviese cogiendo el avión de vuelta a casa y andaba de un lado para el otro de la habitación maquinando cómo soltarle a sus hermanos que ella estaba comprometida. Le daba igual si a ellos le parecía bien o no, amaba a Alberto y eso nadie lo cambiaría.



Miró de nuevo el reloj. Las horas no pasaban. ¡¿Qué pasa con el tiempo?! Quería volver ¡ya! Y quería estar en el avión. Quería saludar a sus padres y, con la misma, ir corriendo a los brazos de Alberto.

Habían tenido sus altibajos mientras ella estaba en Irlanda, pero al final lo supieron sobrellevar. El hecho de estar comprometidos y la idea de convivir ya juntos era lo que les había dado fuerzas. No había marcha atrás, se amaban el uno al otro.

Por fin se encontraba en la puerta del trabajo de Alberto y se puso nerviosa. ¿La seguirá amando? ¡Por supuesto! ¿Cómo reaccionará? Por fin le abrieron y anunciaron a su prometido la llegada de su novia (en el trabajo de Alberto aún no sabían nada del compromiso). Él corrió a los brazos de Elisa y se fundieron en un largo y eterno beso.

miércoles, 24 de abril de 2013

Anthony & Elena

El invierno había pasado y la primavera tampoco es que se presentase prometedora. Otra mañana más llovía y Anthony estaba empezando a hartarse ya.






Vale, era irlandés y debería de estar ya acostumbrado, pero ¿a quién le desagrada el sol? A él por supuesto que no.

Además, no había dormido nada por culpa del viento que no dejaba de resoplar entre los recovecos de su ventana, su madre ayer otra vez le dio la vara diciéndole que por qué no buscaba a una buena irlandesa y se casaba de una vez ya. 


"¡Por Dios! ¡Mamá! ¡Que aún tengo 25 años! En algunos países incluso se casan hasta mucho más tarde." Le soltó ayer a su madre.

Luego estaba también la cuestión de su trabajo, pues lo detestaba a más no poder. Trabajaba en un pequeño comercio en Douglas reponiendo, ordenando y atendiendo al público. Tenía buenos compañeros, eso sí, pero se le hacía muy pesado coger el coche e ir desde las afueras de Cork, exactamente desde Rochestown, hasta allí todos los días sin parar ni descansar. 

Él había estudiado Medicina y era a lo que se quería dedicar, pero por ahora no encontraba trabajo de ello, aunque lo seguía intentando.

Pero ese día algo cambió y el presagio de que algo bueno iba a salir porque salió el sol a media tarde, se cumplió.

Estaba reponiendo y, al levantarse, algo le llamó la atención fuera de la tienda. Una chica que aún lucía el moreno, pasó por delante del comercio con aire un poco desorientado. Jamás antes la había visto y se preguntó si era irlandesa o turista, porque desde luego, no tenía pinta de ser de la zona.

Ella se alejó y pensó que jamás la volvería a ver.

Ha pasado un mes y a Anthony le sorprendió volver a ver a esa chica con aire misterioso y siempre sonriente, no una, sino todos los días durante ese mes. Le entró la curiosidad y, viendo que siempre pasaba sobre la misma hora, procuraba estar disponible para observarla día tras día.

Era martes y su jefe le mandó al almacén a por más botes de leche que se habían agotado. Él miró el reloj y se molestó, pues era la hora de la chica misteriosa. Él la llamaba "Angel", pues tenía ese "parecido".






Estaba en el almacén preguntándose por qué le cabreaba tanto no poder verla, si, al fin y al cabo, es una desconocida y puede que a lo mejor estuviese hasta loca. Se juró olvidarse de ella y seguir con su "miserable" vida.

Salió con las cajas de leche para reponerlas y al mirar hacia los productos dulces se quedó de piedra. Ella estaba allí. Después de un mes pasando, por fin se había resuelto a entrar y él ni se lo creía.

Notó que su jefe le clavaba la mirada y fue a colocar la leche en la estantería. La suerte se puso de su parte, y ella pasó a su lado. No quiso mirarla, pero tampoco pudo evitarlo y notó cómo ella se sonrojaba, le miró y en seguida ella clavó su mirada en el suelo de forma tímida, como si la hubiesen pillado haciendo algo malo.

El jefe de Anthony lo llamó para que abriese otra caja y así aliviar la cola de su compañera. "Angel" ya estaba en la cola y se volvió misteriosa. El corazón de Anthony latía a mil por hora y deseó que ella se pasase a su cola, pero para cuando abrió la caja, ya a ella le tocaba el turno en la de su compañera.

Se fijó que no era ni irlandesa ni inglesa, pues no vocalizaba bien el idioma y se notaba que aún le costaba entender la lengua.

La observó cómo salía de la tienda y pensó que jamás tendría otra oportunidad, que aquella chica misteriosa, tímida y sonriente jamás la volvería a ver.

Pasó otro mes tras ese suceso y ella no volvió a entrar. La seguía viendo pasar día tras día por delante de su tienda y se dio cuenta de que se había enamorado.

Cierto, no sabía ni su nombre, no la conocía de nada, pero su sonrisa y su "corre-corre" siempre de un lado para el otro le maravillaba.

Notó cómo iba perdiendo su moreno y que cada día estaba más guapa y más delgada. Se supuso que ella ya tenía a alguien esperando fuera donde fuera ella. Y, además, no era turista, pues llevaba mucho tiempo allí.

Otra noche más sin dormir y otra vez la guerra de su madre para que él se casase. Vivía sólo y con eso le bastaba por ahora. Otro día más sin ganas de volver al trabajo, únicamente quería verla y terminar el día con su imagen. Ya le daba igual, sentía lo que sentía y le encantaba. Y otro día más tuvo suerte. Ella volvió a entrar y volvió a coger otra chocolatina. Pero algo diferente pasó.

Él estaba ordenando los panes cuando ella se le acercó. Otra vez el corazón de Anthony latía a mil por horas y temía que ella lo estuviese oyendo. No quería volverla a perder y se había decidido a hablar con ella. Pero no hizo falta, ya ella había dado el primer paso.

Le preguntó su nombre, aunque él no respondió a esa pregunta, pues tenía una etiqueta y ella, muy resuelta, la leyó. Le preguntó también por qué marca de pan de molde era la mejor, él le dijo que "Auchan", pues era natural y artesanal. Se la ofreció, ella la cogió y marchó hacia la caja para pagar.

Otra vez se quedaron mirando el uno al otro hasta que salió por la puerta afuera. Y ese no fue el final.

Durante dos meses más, ella siguió entrando todos los días y, poco a poco, fue entablando una amistad con ella.

Su nombre era Elena, no "Angel" y, desde luego, no era ni irlandesa ni inglesa. Era canaria, de España.

Una tarde de verano, se armó de valor y le pidió una cita. Se sorprendió al ver que ella aceptaba encantada y quedaron para el próximo 21 de julio a las 19h en el restaurante de enfrente.

Allí apareció ella muy radiante con una chaqueta que le llegaba hasta los tobillos, pantalón de vestir, una preciosa camisa de seda celeste, tacones celestes también y el pelo suelto y planchado. Y allí la conoció un poco más. Supo que llevaba 4 meses trabajando como Au Pair, para una familia de la zona. Que no tenía padres, era hija única y que desde marzo estaba yendo a una academia en Cork.

Él también le comentó su vida y no lo pudo resistir más. Se levantó de su silla, se sentó en la que tenia ella a su derecha, le cogió la mano a ella y le dijo que la amaba.

Le contó desde cuándo y cómo pasó. Vio cómo sus mejillas se sonrojaban, sus ojos le empezaron a brillar y su hermosa sonrisa volvió a relucir.

¡Le tocó la lotería! Ella sentía lo mismo, sólo que de menos tiempo. Le comentó que no volvió a entrar porque se sentía estúpida de enamorarse tan rápido y que le daba vergüenza no poderse entender bien con ese chico. Pero que un día se dijo "¡basta!" a sí misma y así fue cómo decidió entrar día tras día sin ni siquiera necesitar algo realmente de la tienda. Sólo para verle y hablarle.










Ha pasado ya 3 años desde ese día y aún ambos siguen enamorados como el primer día. Él por fin consiguió trabajo como Médico y ella es maestra en una academia, enseñando español a los irlandeses. Están casados y, para Noviembre, nacerá su primer retoño. Una preciosa niña.

FIN

sábado, 31 de diciembre de 2011

Feliz 2012...

Dicen que es el último... Ummm... Pues si es así me gustaría que al
menos fuese mejor que su hermano, jajajajaja... Sé que hay cosas que no
me va a devolver... Pero, al menos... QUE ME ILUSIONE CON UN CURRO,
LEÑE!!!!!!!! JAJAJAJAJAJA...